una de las señales precursoras del Reinado del Corazón Eucarístico de Jesucristo será la llegada del tiempo del Anticristo.

la realeza en Israel surgirá de esa tribu con David, y se prolongará hasta el advenimiento de Jesucristo, el retoño de David en quien se cumplen las profecías.

Por: Rvdo. Padre Pablo García Beck

17 DE DICIEMBRE FERIA DE ADVIENTO

Al hilo de la bendición de Jacob y la exaltación de la tribu de Judá, la Sagrada Escritura vaticina el triunfo del león de Judá, porque vencerá al demonio, que como león rugiente ronda buscando a quien devorar. Más aún, el oráculo sobre Judá no sólo exalta su fuerza como la de un león, sino que anuncia que el cetro real se mantendrá en esa tribu, aludiendo veladamente a un reinado perpetuo en el futuro, regido por un descendiente de Judá en el que culmine la realeza universal, a saber, el Mesías, esto es, el rey descendiente de David, cuyo reino no tendrá fin. Precisamente, la realeza en Israel surgirá de esa tribu con David, y se prolongará hasta el advenimiento de Jesucristo, el retoño de David en quien se cumplen las profecías.

Sobre el particular, San Hipólito de Roma escribió:

Nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, el Hijo de Dios, por su carácter regio, fue preanunciado como león, al igual que las Escrituras proclamaron anticipadamente que el Anticristo sería semejante a un león, por su carácter tiránico y violento. En efecto, el engañador quiere parecerse en todo al Hijo de Dios. Cristo es león y también el Anticristo. Cristo es rey y el Anticristo es rey terreno. El Salvador se mostrará como cordero, y también aquel, el Anticristo, aparecerá igualmente como cordero, aunque interiormente será un lobo. El Señor viene al mundo circuncidado, y el Anticristo vendrá también de la misma manera. El Señor envió a los apóstoles a todas las naciones, y también el Anticristo enviará falsos apóstoles. El Salvador reunió a las ovejas dispersas, y también el Anticristo reunirá al pueblo disperso. El Señor ha concedido un sello a quienes creen en Él, y el Anticristo dará lo mismo. El Señor apareció en forma humana, y también el Anticristo aparecerá en forma humana. El Señor resucitó y mostró su propia carne como un templo, y el Anticristo levantará un templo de piedras en Jerusalén.

Asimismo, San Agustín expone:

La victoria de nuestro Señor Jesucristo se hizo plena con su resurrección y ascensión al cielo. Entonces se cumplió lo que se oye en la lectura del Apocalipsis: Venció el león de la tribu de Judá. A Él mismo se le llama, a la vez, león y cordero: león por su fortaleza, y cordero por su inocencia; león en cuanto invicto, y cordero en cuanto manso. Y este cordero degollado venció con su muerte al león que busca a quién devorar. También al diablo se le llama león por su ferocidad, no por su valor.

Dice, en efecto, el apóstol Pedro que conviene que estemos alerta contra las tentaciones, porque vuestro adversario el diablo ronda buscando a quién devorar. E indicó también cómo hace la ronda: Cual león rugiente, ronda buscando a quién devorar. ¿Quién no iría a parar a los dientes de este león, si no hubiera vencido el león de la tribu de Judá? Un león frente a otro león y un cordero frente al lobo. Saltó de gozo el diablo cuando murió Cristo, y en la misma muerte de Cristo fue vencido el diablo; como en una ratonera, se comió el cebo. Gozaba con la muerte cual si fuera el jefe de la muerte; se le tendió como trampa lo que constituía su gozo. La trampa del diablo fue la muerte del Señor; el cebo para capturarle, la muerte del Señor. Ved que resucitó nuestro Señor Jesucristo.

De un modo u otro, tal como augura Jacob, un descendiente de Judá reinará no sólo sobre las demás tribus del Pueblo Elegido, como David, sino sobre todas las naciones. De facto, Jesús nacerá en la tribu de Judá, en Judea, esto es, en Belén. Justamente, en el Apocalipsis se dice de Jesús que tiene la llave de David, es decir, que tiene el poder regio sobre el Israel físico y espiritual. Mismamente, el arcángel San Gabriel comunica a la Virgen:

Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre: reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. De ahí que, los apóstoles de los últimos tiempos aspiramos a la plena realización de ese Reino: Venga a nosotros tu Reino, así en la tierra como en el cielo.

En cualquier caso, el oráculo sobre Judá presupone un futuro reino mesiánico, y sin duda que esta profecía se ha cumplido con Cristo, que ha inaugurado la presencia del Reino de Dios en el mundo. Este Reino, sin embargo, supera las expectativas del Pueblo Elegido, ya que es una realidad espiritual y trascendente y su presencia es misteriosa, aunque las personas pueden ya participar de ella en su condición presente. Sea como fuere, el Reino va creciendo hasta su plena manifestación más allá de la historia, en la eternidad. La transición desde el estado presente del Reino hasta esa plenitud futura se realizará mediante la Parusía.

Por ende, ahora es tiempo de transición; con todo, el Pueblo de la Alianza Nueva y Eterna espera un momento de plenitud del Reino de Cristo en la historia de la humanidad, denominado Reinado Eucarístico. Obviamente, una de las señales precursoras del Reinado del Corazón Eucarístico de Jesucristo será la llegada del tiempo del Anticristo. De todas formas, los Padres de la Iglesia esperaban con gran deseo el pronto advenimiento de la plenitud terrena del Reino de Cristo, así, por ejemplo, San Clemente Romano escribió:

Habiendo los apóstoles recibido los mandatos y plenamente asegurados por la resurrección de Jesucristo y confirmados en la fe por la Palabra de Dios, salieron, llenos de la certidumbre que les dio el Espíritu Santo, a dar la alegre noticia de que el Reino de Dios estaba por llegar.

Igualmente, San Ireneo de Lyon asentó:

Después del advenimiento del Anticristo y perdición de todas las naciones a él sujetas, reinarán a la sazón los justos en la tierra, creciendo a vista del Señor y por su medio se harán aprehender la gloria de Dios Padre, y junto con los santos ángeles captarán en el Reino el régimen y comunión y unidad de los espirituales.

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